Jenny era una chica inteligente y tímida. Sus grandes gafas rectangulares y su escasa autoestima la convertían en el blanco fácil de las burlas de los demás estudiantes.
Excepto para Mark. Mark era su mejor amigo de toda la vida y la apoyaba incondicionalmente. Aunque los rumores de que eran «una parejita de nerds» se propagaban por el instituto, a Jenny no le importaba mientras tenía a Mark a su lado.
Un día, Mark confesó tener sentimientos por Jenny que iban más allá de la amistad. Jenny estaba sorprendida, pero no podía negar que también lo deseaba desde hacía tiempo. Comenzaron a besarse apasionadamente en los pasillos vacíos del instituto.
Pronto, sus besos se transformaron en carícias cada vez más atrevidas. Jenny gemía contra la boca de Mark, sintiendo la dureza de su erección crecer y pulsar entre sus muslos. Deseaban más, mucho más.
Un día, Mark sugirió ir a «un lugar más privado». Jenny asintió con nerviosismo, consciente de lo que implicaba. Mark la llevó a su apartamento, vacío como siempre.
En la habitación de Mark, Jenny se sentó en el borde de la cama mientras él se inclinaba para besarla de nuevo. Esta vez, su beso fue más apasionado y posesivo. Mark deslizó los dedos bajo su blusa y sus pechos se endurecieron al contacto, sus pezones erectos apuntando a través de la tela.
De pronto, Mark le arrancó la blusa y el sostén de un tirón, dejando sus pechos al descubierto. Eran redondos y firmes, con los pezones rosados y erectos. Jenny gimió ante su mirada hambrienta mientras Mark tomaba uno de ellos en su boca, succionando y mordisqueando con fuerza.
Jenny no supo cuándo Mark la tumbó en la cama y le bajó lentamente los pantalones y las bragas de encaje. Su sexo estaba húmedo y palpitante. Mark la penetró de un fuerte e intenso movimiento, arrancándole un grito de placer mezclado con dolor.
